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La Tortuga Gigante (5° Básico)
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at mayo 29, 2020
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La tortuga gigante
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La tortuga gigante
Ejercicio de completar frases
Escribe en los espacios en blanco las palabras adecuadas.
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. El no quería ir porque tenía hermanos chicos a quienes daba
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comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día: Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre
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curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien .El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía .Hacía
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mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el bosque, y él mismo se cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutas. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía mal tiempo construía en cinco minutos una ramada con hojas
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palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y la lluvia .Había hecho un atado con los cueros de los animales, y los llevaba al hombro. Había también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un
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mate, por-que allá hay mates tan grandes como una lata de queroseno .El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día en que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un
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enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas .Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido
espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador que tenía una gran
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le apuntó entre los dos ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto.—Ahora —se dijo el hombre— voy a comer tortuga, que es una carne muy rica .Pero cuando se acercó a la tortuga,
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que es-taba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne .A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y
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vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un hombre .La tortuga quedó arrimada a un
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, y allí pasó días y días sin moverse.
El hombre la curaba todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo .La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le dolía todo el cuerpo .Después no
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levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aun-que estaba solo, porque tenía mucha fiebre.—Voy a morir —dijo el hombre—. Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quién
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dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed. Y al poco rato la fiebre subió más aun, y perdió el conocimiento. Pero la tortuga lo había oído y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces:—El hombre no me comió la otra vez,
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tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora.
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre
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manta y se moría de sed. Se puso a buscar enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera, El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie. Todas las
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, la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas .El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró el conocimiento, Miró a todos
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, y vio que estaba solo pues allí no había más que él y la tortuga; que era un animal. Y dijo otra vez en voz alta:—Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque sola-
mente en Buenos Aires hay
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para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí. Y como él lo había dicho, la fiebre volvió es tarde, más fuerte que antes, y perdió de nuevo el conocimiento .Pero también esta vez la tortuga lo había oí-do, y se dijo:—Si queda aquí en el monte
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va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires .Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuida-do al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese .Hizo muchas
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para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje .La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de
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legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi
enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar se detenía y deshacía los nudos y acostaba al hombre con mucho cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien seco. Iba entonces a
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agua y raíces tiernas, yle daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir .A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que delira-ba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua! A cada rato. Y
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vez la tortuga tenía que darle de beber .Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires ,pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenía menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin
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, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía, en voz alta:
—Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo en el monte. Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se
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cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino. Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más
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. No tenía más fuerza para nada .Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba todo el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, y cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando
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tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella. Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo
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